UNA EXAGERACIÓN



De seguro está exagerando, claramente aquello fue un halago. Usaba un mallón que destacaba sus caderas y una blusa que acentuaba su figura. Y de acuerdo, no fue en una o dos horas, fueron varias veces en una caminata que dura poco más de diez minutos. Pero favor que le hacen, ni es tan bonita.
Salió a buen tiempo de casa, el sol comenzaba a ocultarse detrás de las nubes blancas. Cruzó la reja verde que separa el fraccionamiento donde vive y la avenida que da hacia la carretera México-Querétaro. Caminaba sobre la acera cuando gentilmente un hombre que conducía un camión doble remolque le chifló. Sus mejillas no se sonrojaron y tampoco se chiveó, sino que se incomodó.
Se colocó sus audífonos, bajó la mirada y no dejó de caminar. Alzó un poco la vista y vio al caballero acelerar. Sin ser consciente de ello, miró sobre su hombro derecho para verificar que no hubiese nadie siguiéndola. ¿Ven? Paranoica.
Según un informe de la ONU Mujeres-México, siete mujeres son asesinadas al día en el país. Pero eso no significa nada, ¿verdad?
Llegó a la esquina donde se ubica un negocio que vende maquinaria para construcción. No tiene paredes, sólo unos barrotes que te permiten ver a varios hombres trabajar, y que les permite ver a la gente pasar.
Es curioso, tienen una lona en la entrada que dice: se solicita secretaria, no mayor a treinta años. Pero cuando la quitan, no pasan más de quince días para que la vuelvan a poner. Curioso, repito.
Pasó frente a los barrotes. Pasó y sintió su mirada. Alzó la cabeza para confrontarlos y uno de esos caballeros le mandó un beso y le guiñó el ojo. “Pendejo”, le gritó. ¡Qué mal educada! Él lo hizo de juego, ni que fuera a hacerle algo más.
Nuevamente, bajó la mirada y siguió caminando. Volteaba sobre su hombro derecho y ahora también sobre el izquierdo. Se sentía insegura, más que otros días. Los carros pasaban sobre la avenida, la gente caminaba sobre la misma acera, pero nadie notaba lo que ella sentía. Un dato, sólo 66 por ciento de las mujeres han sufrido algún tipo de violencia, y de seguro fue porque se lo buscaron.
La odisea aún no terminaba, ella caminaba y la inseguridad en su andar se notaba. Pasaron unos pocos minutos antes de aquel infortunio o, mejor dicho, de aquella súbita situación.
Se encontraba sobre la acera, dando pasos firmes y a un ritmo constante. Los pájaros hacían mucho ruido, ya que peleaban por un lugar en el árbol que se encontraba cruzando la avenida. Volteó a admirar la parvada que llegaba, fue un segundo el que se distrajo y eso fue suficiente para que un joven en su camioneta se orillara y le comenzara a decir uno que otro cumplido.
“Súbete, no muerdo”, agregó el caballero mientras soltaba una carcajada. Su corazón comenzó a latir más rápido, se quedó paralizada. Cada año son asesinadas 64 mil mujeres y niñas; y en ese momento, ella pensó que sería parte de la estadística. ¿Y qué esperaba? Si ella se lo buscó.

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