CAMILA.


Se llama Camila, una chica alta, de complexión media, ojos aburridos, cafés, alguien muy común a simple vista. Le aborrecía la idea de enamorarse, aborrecía lo que pasaba entre dos, aborrecía el aferrarse a alguien mas; no estaba en contra del amor, el amor lo era todo para ella, pero ella se sentía plena con el amor de sus padres, amigos y familiares, no necesitaba de alguien mas. Pensaba que el sexo tenia mas que ver con el erotismo que con el morbo, era una chica peculiar, nadie lo notaba.
No fue en una fiesta, ni en la escuela, fue en la calle.
Cada día caminaba cinco cuadras para llegar a la parada del autobús, recorría toda la ruta y de ahí, caminaba dos cuadras para el norte y después tres al este, ahí estaba su escuela y esa era su rutina siempre. Alrededor de mayo su vida tomo un giro inesperado.
Se despertó temprano y comenzó su rutina; cinco cuadras, la ruta completa del autobús, dos cuadras al... y ahí fue cuando se dio cuenta de que alguien venia atrás de ella, sentía su caminar, sentía como este se compaginaba con el andar de ella, era poco mas alto que ella, miraba de reojo, era un chico, joven, parecía de su edad. Después de esas dos largas cuadras al norte, ella recorría tres al este, pero el se dirigía al oeste.
Un dato, desde ese día el se convirtió en parte de su rutina. Y lo curioso de esta historia es que no tiene un inicio o un fin concreto, esta historia demuestra lo perfecta que la vida es, continuemos...
Camila, cada día, a la misma hora, las mismas dos cuadras, siempre, sin excepción, ella lo encontraba ahí. Paso un mes así, algunos días el caminaba por delante de ella, otros días era al revés, pero aquellas dos cuadras fueron suficientes para dar pie a algo que ni ella misma creía posible.
Cada noche destinaba sus pensamientos a este chico, a este extraño; tenia una gran curiosidad por hablar con el, por preguntarle su nombre, por descubrir cada demonio interno que lo hacia tener aquella presencia, imaginaba situaciones, imaginaba como seria mirarlo a los ojos, imaginaba como se mirarían juntos, comenzó a imaginar muchas cosas, el erotismo no falto.
De mayo a diciembre hubieran podido pasar muchas cosas, pero en la vida de Camila solo paso algo, ella se enamoro de este extraño, no dependía de el, a ella le bastaban estas dos cuadras, los fines de semana eran su tormento, y ni que decir de los días no hábiles o las vacaciones, pensó en ir, probablemente lo encontraría pero jamas se arriesgo. Ella pudo haberlo seguido, haber cambiado su rutina, pero no lo hizo, ella estaba completamente enamorada, temía en que esta persona llegara un día y le hablara, ella sabia que si el lo hacia ella en el segundo primero lo besaría, pero jamas paso.
Desde el primer día hasta hace un par de meses el tiempo y el espacio fueron amables con Camila, pero un día, el jamas volvió a aparecer, el jamas volvió a compaginar pasos con Camila, Camila jamas volvió a ver de reojo su abrigo, Camila enloqueció. Lloraba y gritaba, no se perdonaba la falta de valor que ella tuvo. No se con exactitud lo que fue de ella tiempo después, pero se que desde aquella experiencia ella no ama, no de tal manera, nadie como el.
Jamas supo su nombre, su rostro es borroso, no tengo descripción alguna de esta persona, Camila solo recuerda a la perfección el sonido compaginado de su andar, inclusive ella ya no anda de la misma manera. 
Es triste su historia, lo admito, es triste como dejamos pasar las oportunidades, a veces, todo es un poco triste.

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